Los ‘colifatos’

Gente y más gente. Un trajín de gente. Escaleras mecánicas para arriba. Escaleras mecánicas para abajo. Bolsas, compras, tarjetas de crédito, dependientes serviciales y clientes husmeando la presa más asequible.

Los últimos éxitos musicales vuelan de los estantes de la planta baja, una avalancha de nuevos contratos se firman minuto tras minuto en el puesto de Orange arriba, y aún más arriba el nuevo modelo de Toshiba ya se ha agotado.

A mí me han pisado durante mi particular odisea tres personas, pero relativizo esas agresiones tras haber podido hacerme con el testimonio de los locos argentinos, aquellos que se revelan como ‘colifatos’ ante la barbarie que, desde el inicio de los tiempos, generan los supuestos cuerdos sin aprender de su propio pasado. Para tratar la locura tienes que ser consciente de tenerla. Verla, palparla y asumirla. Eso es lo que dicen.

Corro hacia la salida. Ya la consigo atisbar allá al fondo, a lo lejos, entre un mar de cabezas variopintas, modernas y seguramente mentalmente en línea con lo establecido. Y entonces le veo. Tan fuera de lugar como un pingüino en el Amazonas. Ahí está, mirando desde el estampado de la camiseta que conforma su ecosistema más inmediato todo ese consumismo del que él, paradojas de la Historia, forma parte destacada.

Qué le vamos a hacer Ernesto. Con los cuerdos nos hemos topado.