¿Por qué se suicidó Anselmo Coronado?
Anselmo siempre fue un tipo raro, he de admitirlo. El típico que ni siquiera encaja en los clichés, el típico que ni siquiera es típico. Era un muchacho muy sociable aunque nunca hablaba con nadie, y son legendarios sus poemas postdadaístas supraexistenciales, de los cuales jamás supimos nada.
Tarde extraña aquella del 5 de junio en la que Anselmo, a la edad de 22 años, decidió dejarnos para siempre, o de momento. Se comenta que justo aquel día se le vio intercambiar cuatro palabras a la salida de la Facultad de Filosofía con la chica a la que siempre ponía ojos de psicópata dócil y enamorado, aunque la chica asegura que la única palabra inteligible aquella tarde fue un “hola” sin esmero pronunciado por ella misma, pues Anselmo sólo fue capaz de balbucear. ¿Sería la sensación de ridículo la que empujó a Anselmo por aquella ventana?
No, nada más alejado de la realidad. Anselmo compuso sus más lúcidos versos para despedirse:
me arrojo consciente y sereno al abismo
mientras en mi corazón no moran la pena o el dolor
sabed padres que un minuto es a ochenta años
mucho menos que a veintidós
minutos minutos…
elijo prolongar los míos
y de ahí este ingenuo salto al vacío
aunque de todos ellos añore solo dos
Un romántico este Anselmo.
¿Y tú qué crees que quería decir el bueno de Anselmo en su poema?, me preguntan algunos. Pues, en fin, no soy quien para dar una interpretación que se acoja como única, pero sirva mi modesta opinión como referencia. Creo que los versos clave son: «sabed padres que un minuto es a ochenta años/ mucho menos que a veintidós» y «elijo prolongar los míos/ aunque de todos ellos añore solo dos». De este modo, el sentimiento que presuntamente ‘empujó’ a Anselmo por la ventana sería un profundo y sincero amor matemático hacia la chica con la que intercambió unas pocas palabras. Y digo matemático porque de su composición se deriva que lo que pretende es hacer los minutos vividos hasta ese momento un poco más largos de lo que serían si continuara viviendo, por ejemplo, hasta los 80. Con una sencilla división de 1/22 y 1/80 veremos que el resultado obtenido da un número más alto en la primera que en la segunda, concediendo mayor valor a los minutos en 22 años que en 80. De ahí que Anselmo, fracasado sentimental, intentara estirar al máximo los dos minutos en que su amada se mostró accesible, quizá presintiendo que no volvería a tener suerte igual.
Pero bueno, quién sabe.
No se que sentimiento le induciría a terminar con sus días pero si que debio ser fuerte, o en su caso debil. Quiza el miedo a no conseguir esa mirada. Un saludo
La exposición continuada a la vida, o al menos en esta vida perra en que vivimos, te insensibiliza. Esa falta de sensibilidad hace que recibamos menos estímulos del entorno y por tanto, poco a poco el tiempo pasa cada vez más rápido, ya que el tiempo lo percibimos como una sucesión de recuerdos. No creo que nadie se quite la vida para hacernos reflexionar sobre el resultado de una fracción matemática (lo siento). Es por eso que creo, que en cierta manera buscaba escapar de un futuro de angustia, mediocridad y subdesarrollo, decidiendo acabar con su vida, mientras todavía se sentía vivo, en un desesperado intento de no convertirse en un zombie.
Anselmo estudiaba filosofía, leer a Kant y tener una crisis emocional te pueden hacer saltar por la ventana…
Es posible que sea usted quien esté en lo cierto, no tengo manera de saberlo. Ojalá pudiésemos preguntárselo al bueno de Anselmo… Pero me temo que no será posible. No obstante, agradezco su lectura y su opinión.
Estoy más cerca de los 80 que de los 22 y hoy valoro más los minutos que cuando entonces…
Son más breves: por eso los quiero más intensos.
Maravilloso aporte. Permítame agradecérselo en nombre de esta humilde bitácora.